‘Amor de Verano’ conquistó a la ciudad de Rosario una vez más
El ciclo se apoderó de los jueves de la ciudad con una propouesta atípica, movilizante y repleta de música. Zenón Pereyra, Florian y Bads coronaron una de las últimas noches.
El CCGüemes volvió a ser e epicentro musical de Pichincha en el ciclo que dejó huella en el verano rosarino. La propuesta es ambiciosa, reticente al concepto mainstream y proclive al ingenio musical, acaparada por la escena emergente ya instalada. Bolas de espejos al borde del escenario provocando efectos lumínicos centelleantes, pétalos en los parlantes subiendo a modo de enredadera por los micrófonos para que el concepto cobre vida también en la estética. Las endorfinas que producen las armonías de los artistas convocados sacuden el lugar y logran deshacer el tiempo, para que prolifere y se mantenga un espontáneo clima de juventud. ‘Lo bueno sí es breve es dos veces bueno’, reza un acertado dicho, que sin estar escrito en piedra se demuestra en noches como ésta. Cada uno de los 3 artistas sonaron no más de cuarenta minutos, saciando las ansias y el goce del público y, a su vez, gestando el deseo incipiente repetir el encuentro para un poco más.
Zenón Pereyra abrió el concierto a las 21 horas con firmeza y encanto. Su voz aterciopelada reverberó con magnetismo en una atmósfera impregnada de la esencia del indie pop, que derribó toda timidez por parte de los rosarinos que de inmediato se acercaron al escenario. “Baila Bach”, “Bajapasti”, la reciente “No me quiero ir lejos” son algunas de las que se interpretó mientras diambulaba por el escenario con su frondosa cabellera rubia en sutil movimiento. Canciones del álbum “Clandestino” y algunas otras perlas de años anteriores completaron un set conciso y dinámico, con el charm y en swing necesario para dar el brío inicial a una noche extensa que terminó pronto. Sin demasiado intervalo irrumpió Florian en el escenario con luces tenues, llevando destellos entre la penumbra. Con guiños al dream pop con base indie hizo lo que sabe desprendiéndose del corset de los géneros. Compacto, volátil y genuino, sin afanes de grandilocuencia, sedujo al público con su habilidad musical y proeza multinstrumentista. El punto culmine llegó con Bads, que con solidez y potencia pusieron a bailar a todo el CCGüemes. Entre canciones conocidas por sus adeptos y algunas melodías recién estrenadas, la voz de su frontman amalgamada al unísono por los instrumentos y la energía del público, construyeron un show vibrante sin extenderse. “Buscando un símbolo de paz”, obra maestra de Charly fue cantada con respeto y celebrada por las nuevas generaciones. Solo las canciones pueden lograr una noche de verano en un otoño precoz y en temperaturas menores a los veinte grados, que aún no terminan.
Lucas Rivero