Ángela Torres en Rosario: Favorita, encendida y arrabalera
La artista se atrevió a romper los esquemas y resignificarse. En un show conciso y expeditivo frente a un Bioceres repleto, fusionó música y teatro abrazada por la euforia de sus fans
Por Lucas Rivero
“Una tragicomedia con tacos y lágrimas” no es un espectáculo que cualquier artista esté a la altura de llevar. En una hora de show nada quedó librado al azar. Ángela Torres se atrevió a romper con el estereotipo que se creó de ella, apartándose del ‘deber-ser’ y permitiéndose fluir y vibrar en su propio deseo. Quien se deja cantar y se deja decir. La puesta en escena fue despojada y fidedigna al concepto estético de su reciente disco “No me olvides”. Una sucesión de proyecciones armónicas en formato vertical por lo alto de dos escalones alargados recubiertos de satén celeste, completaban el escenario con algunas plantas ornamentando a los costados. La potencia vocal de Ángela Torres trasciende la genética, también la disciplina, el estudio, la formación y el oficio de nutrirse de su propio cosmos artístico. La sensibilidad para conectar con diferentes pulsiones emocionales que se traduzcan en la voz es otro de los puntos mas loables de la proeza artística de Ángela Torres, la “niña de fuego” que se permite arder en sus intersticios, siendo honesta consigo misma y no condescendiente con el exterior.
Sin músicos ni bailarines para oxígenar la escena y otorgando amplitud, en lugar de sobrecargar. Ahí uno de los mayores méritos, conquistar a su público en en soledad sin producir ningún vacío. Una hora de canciones e intervenciones dramatizadas desde lo hablado se distribuyeron quirúrgicamente durante poco más de sesenta minutos. Lo bueno si es breve es dos veces bueno, alguna vez se dijo. Quedó en evidencia que resulta más fructífero mantener al público con deseo de escuchar más, que extender y dilatar un show de manera arbitraria y cansina. Con un look de princesa de la urbe, se atrevió a una fusión arriesgada, que transformó al espectáculo en una mezcla de concierto pop, obra de teatro musical, unipersonal y guiños operísticos de encanto dream pop. Todo se amalgama armoniosamente en manos de Ángela Torres. La entrada al show no iba a ser convencional. Con tapado azul satinado, la artista llegó al escenario por un sendero central entre el público recibida con ovación.
“Oops”, “Luz roja” y “Vértigo” se sucedieron fieles a la cronología del disco. Sentada al fondo sonó “No me olvides”, tal vez el tema más significativo del show. Varios trazos teatrales no solamente se dieron en los monólogos, sino también en una fluida interacción con la voz (en off) de su consciencia interpretada por la actriz (y madre de la cantante) Gloria Carrá. Humberto Maturana sostiene que “fuera de la mente no hay nada”. A vez, la mente solo alberga pasado y futuro. En éste combate interno la artista se bate a duelo consigo misma. Con vista hacia el pasado interpretó “Arrabalera”, que hace mención a su abuela Lolita Torres y a su costado más íntimo. Algunos hits también llegaron para llevar la energía hacia el polo de la celebración con “La vida en rosa”, “Guapo”, “Flotando” y el reciente cover “Que ganas de no verte nunca más”. Reiteradas veces describió al ‘mounstrito’ que todos llevamos dentro, percibiéndose como “una bomba atómica de soledad asegurada”.
Más allá de una desolación plasmada con suma maestría , la cantante no se privó de bailar y seguir desatando la euforia de su público que bailó en hits como “Favorita” y “Friki”. Luego de “Demasiado”, dominando el escenario desde el suelo con un paraguas, sonó la (aún más) introspectiva “Mal”, seguida de “Superhéroe”. Con encantadora timidez y un halo risueño la cantante soltó: “Hay mucha gente”, recibiendo una nueva ovación. Palpitando el final del show, ninguna más acertada que “Dondestanmisamigos”, un estallido electrónico que cerró por lo alto una noche fuera del estándar. Visiblemente emocionada, Ángela expresó: “Los amo con toda mi vida”, mientras recibía con dichosa agitación los cientos de regalos que le hacían llegar sus fans. Hubo bises. Fragmentados y a capella, elegidos por el público y casi sin micrófono. Uno de ellos, “La perla”, en un guiño a su reciente y afortunado encuentro con Rosalía, y “Awch”. A los saltos y con su vestido naranja flameando, se retiró sonriente habiendo entregado un espectáculo notable, audaz e introspectivo, reticente a la complacencia y con las luces concitadas en la expansión que implica resignificarse.



