Árbol celebró los 20 años de GUAU! en el CCGüemes

Íconos del rock de los dosmiles con la efervescencia intacta, la banda de Haedo conquistó a Rosario durante casi una hora y cuarenta, interpretando el álbum completo, himnos de otros discos, y alguna perla reciente

Asimilar que hayan transcurrido dos décadas de “Guau!”, pareciera del órden de lo inverosímil, tal vez por las subjetividades individuales reticentes al paso del tiempo. Aún así, las canciones permanecen y conservan su esencia en espíritu. Árbol y su público más fiel, que colmó el CCGüemes, también. Entre los 30 y los 50 oscilaban caprichosamente las edades de todos los asistieron y que cada vez que escuchaban un tema del disco recuperaban la adolescencia. Una oda a la nostalgia sin buscar desprenderse de aquellas resonancias que aún reverberan con cada tema de “Guau!”. Si algo destacó a los exponentes musicales de Haedo es el brío pujante para arengar cada show hasta el final, contagiando una energía vibrante y retroalimentándose del público. Algunos de esos vestigios impalpables de los míticos shows en obras que provocaban pogos atípicos, aún se hacen presentes cada vez que suben al escenario. Así fue que poco después de las 21 hs, de blanco impoluto, y tras una introducción que emulaba con elegancia a las de Luis Miguel, sonaron los primero acordes de “Trenes, camiones y tractores”.

A los gritos y despegando los pies del suelo, todos los rosarinos celebraron cada una de las canciones en órden original del álbum: “Suerte”, la cumbia hardcore. “Chikanorexika”, la muy preciada e infaltable “Prejuicios” con las manos en alto sobre el final, y “Pequeños sueños”, himno arbolero por antonomasia. “Comida chatarra” también continúa sonando actual en clave de sátira a la cultura del consumo. Luego de “Canciones” llegó el momento de “Soylazoila”, fusionando el folklore con el tango campero. Destacado solo de violín con versatilidad y experticia, y el insólito dato de que la banda anhelaba que sea (nada menos que) Ricardo Iorio, voz inmortal de Almafuerte, quien ponga la voz para el recitado final. Lamentablemente no pudo lograrlo ni Santaolalla, productor de “Guau!”. En un enroque experimental, Pablo Romero cedió el micrófono al baterista para intercambiar roles y regalar una versión de “Lloro”, cantada al estilo Bob Dylan. Dando un paso al costado del leit motiv del show, el guitarrista de Árbol, también lució su voz en “Adentro del mar”, del posterior “Hormigas”. Con guiños al material publicado más reciente se escucharon con solidez “Escapar” y “Goodbye”, de ‘Hongo’, lanzado en 2022.

Árbol tiene todo listo para que su nuevo álbum vea la luz en la segunda mitad de éste año, en dos etapas. Palpitando lo que se aproxima, continuaron con aquellas que recuperan el boom de ‘Chapusongs’. Así pasaron “La nena mounstro”, “Ya se”, y una extensa y emotiva versión de “Ya lo sabemos”, amalgamada con el coro de “Himno de mi corazón” de Miguel Abuelo. Luego del muy bien recibido pop hit “Revoloteando”, elevaron la energía con un pogo voraz ininterrumpido en temas como “Enes”, “Vomitando Flores”, “Cosa Cuosa” y “La vida”. Acertado para un primer final del show al que le quedaba un último suspiro. A pedido de Pablo Romero, los rosarinos guardaron los celulares para entregarse por completo a la presencia viva de lo que acontecía. “El fantasma” tocó una fibra muy sensible de quienes llenaron el show, que cantaron entre lágrimas y éxtasis. Por último, “Jijiji” en un juego de voces corales. lo que sea tal vez el mejor cover de un tema de los Redondos, o al menos el más ingenioso. Sin instrumentos, impecable, y con un guiño sutil al Himno Nacional, la rueda de la nostalgia se detuvo poniéndole fin al concierto. Con nuevos ‘fantasmas’ sobrevolando y nuevos ‘little dreams’ por cumplir, Árbol aún continúa en movimiento y expandiendo sus raíces.

Lucas Rivero