Aristimuño en Rosario: Hoy se respira viento sur
Lisandro Aristimuño se presentó en La Sala de las Artes con un show datado de audacia, versatilidad y suma maestría, en el fluir de un encuentro permanente con nuevos sonidos
Por Lucas Rivero
El despegue desde el sur (Viedma, Entre Ríos) hacia el cosmos y de vuelta a la ciudad, tras una vertiginosa gira presentando “El rostro de los acantilados”, aventuró al artista a un nuevo periplo, ésta vez en formato trío, acompañado con solidez por batería y bajo. Sonidos tribales mixturados atravesando los géneros más disímiles, cada pieza musical es un viaje en sí con preludio y epílogo. Impredecible y atrevido, lo voraz y lo sublime se alquimizan para una experiencia en vivo que trasciende la materia. Poco más que un juego de luces que produzca deferentes climas al sonoro compás, bastará en una puesta visualmente austera y sin necesidad de opulencia. Pocos artistas pueden producir lo que Aristimuño en vivo, donde las pantallas y el concepto “hit” no ocupan un lugar primordial. En el eco de pocos sonidos que brotan de varios parlantes de modo envolvente, anticipan que algo va a suceder. El encuentro entre la incertidumbre, la expectativa y una pizca de adrenalina se percibió en el público rosarino antes de empezar.
“Tu mundo” fue la que dio inicio a un extenso viaje de dos horas y cuarto, donde el artista arremetió con una propuesta abismalmente apartada del estándar, y el público rosarino se entregó por completo a lo que manaba del escenario. Un look sin pretensiones, de remera blanca, pantalones holgados y gafas de color miel anaranjado vistieron al cantante. Versiones que rondaban los diez minutos alcanzaba cada tema, habiendo logrado desde el comienzo que el tiempo se vuelva imperceptible. “¿Cómo voy a hacer para ser más libre?”, se indagó el músico durante “Señal I” en teclados y guitarra, produciendo en simultáneo los efectos de sonido como en cada tema. Así sucedieron “Para vestirte hoy” y “Green lover”, dejando ver formas estampadas en el blanco fondo. “Tu nombre y el mío” y “La última prosa”, se perfilaron para ser las más cantadas de la noche por un público rosarino que dista de ser meramente contemplativo. En contraposición al pasaje deep de “Sombra I”, un halo de luz afloró en escena con la bossa nova “Blue”.
“Elefantes” es otro de los temas más salvajes de Aristimuño y no iba a perderse la oportunidad de resignificarlo, dando vuelo libre a la improvisación e inventiva del instante, como. La gente ocupó un importante rol en el ida y vuelta coral que propuso el artista, que acto seguido y por unos minutos prefirió continuar a solas. Una exquisita versión en charango de “Vida”, evocó el encuentro con Raly Barrionuevo en Hermano hormiga. “Se la dediqué a mi hija, a su crecimiento y a todo éste mundo que le toca”, introdujo el músico. “Canción de amor”, que llevaba algunos años sin oírse en vivo, alcanzó otro de los momentos más sublimes del espectáculo. Tras el impasse intimista, los músicos regresaron para dos versiones extendidas y fidedignas de “Pozo” y “Traje de Dios”, dando paso a la celebrada “Azúcar del estero”, cuyo melifluo estribillo se convirtió en el más coreado del show, junto con “How long?”.
Uno de los trazos más ingeniosos se dio en “Tu corazón”, donde la sencillez de su letra mutó en un set electrónico de diez minutos haciendo bailar a toda la Sala de las Artes. Al parecer el show había alcanzado su punto culmine, sin embargo en el universo Aristimuño todo es del órden de lo impensable. Cómo si no hubiera bastado con dos horas de trance sonoro, el trío regresó para dos poderosas versiones de “Una flor”, unida sin stop a la resignificada “Me hice cargo de tu luz”, que con un dejo a gloria finalizó el concierto. Abrazado por una respetuosa ovación Lisandro Aristimuño despidió el año en Rosario, palpitando un 2026 de nuevas canciones y preparado para el próximo impacto.



