Catupecu Machu en Rosario: “Fue el show más divertido, ruidoso y quilombero de la gira”

Así lo definió Fernando Ruiz Díaz, voz líder de la banda y no pudo haber sido más acertado. Más de dos horas y media de show, distorsión, pogo intenso, revelaciones y una sobrecarga energética que hizo detonar a La Sala de las Artes

Pasadas las 22 horas sonaron los primeros acordes de “Óxido en el aire” para comenzar con un halo sombrío. Fer Ruiz Díaz lució un total black impoluto de saco largo de cuerina al estilo Matrix y mantuvo su pose frontman superando algunas complicaciones en su voz. Confesó promediando el show que pocos días antes sufrió un agudo problema en la garganta que tuvo que ser subsanado con una inyección de Decadrón, gracias a esto pudo  llevar a cabo el show. “Y lo que quiero es que pises sin el suelo”, fue más cantada por el público que por la banda y suscitó un momento de tensión cuando el cantante debió interrumpir el tema luego de que le tiraran un vaso con hielo desde el público. Pasado aquel instante desagradable, continuaron sin sobresaltos aunque no sin momentos inusitados.

 “Perfectos cromosomas” continuó la extensa lista, fusionada con “Es todo lo que tengo y es todo lo qué hay”, guiño a Lisandro Aristimuño. “Secretos pesadizos”, “Puedes” y la poderosa “Plan B” puso a cantar a los gritos a todos los rosarinos. “Grandes esperanzas” mantuvo  el clima en donde se percibía desde el comienzo que algo del orden de lo insólito iba a ocurrir. “En los sueños” se hizo presente en una versión sentida y extensa con interludio de solo de batería y crossover con “Mañana en el Abasto” de Sumo. Contra todo pronóstico Fer Ruiz Díaz se lució en sus agudos.

“No desnudamos el alma, porque el alma viene desnuda”, declaró el cantante en intimidad absoluta antes del momento más íntimo de la noche. Más de una vez invocó la presencia de Gabriel Ruiz Díaz, su hermano y ex bajista de la banda fallecido el año pasado, desatando una respetuosa ovación por parte del público en el mismo recinto en el que tocaron juntos por última vez en Rosario antes de su accidente en el 2006. “Desde que se fue Gaby nos produce una emoción más fuerte salir a tocar, por lo que nos pasa a todos”, fue el preludio adecuado para “Cuadros dentro de cuadros”, solo y carne viva. “Reencarnó Catupecu”, gritó con orgullo al presentar a Abril Sosa, baterista histórico desde la génesis de la banda quien regresó el los últimos años. Juntos hicieron una demoledora versión de “Entero o a pedazos” fusionada en hermandad con “Felicidades”, tema de Cuentos Borgeanos. Toda la banda regresó para demoledoras versiones de “Hechizo”, “Origen extremo” y la visceral “Confusion”.

Es inusual que un espectáculo muestre dos baterías en el escenario y de una forma tan explosiva. Todo lo insólito lllegó después. Agregaron a la lista “Metrópolis nueva”, tema poco habitual en sus shows. Tras el anuncio de la residencia cuatro fechas en Vórterix de Buenos Aires, sonó la infaltable “Eso vive”. “Hoy ser subversivo es no usar autotune”, expresó sabiamente Fernando Ruiz Díaz, precediendo a una extensa zapada con “Smells like teen spirit” de Nirvana. El pogo salvaje alcanzó su punto más álgido en “A veces vuelvo” y “Magia veneno” para detonarlo todo con “Dale”. Ambos bateristas subieron a la platea alta y se lanzaron al público al grito del cantante precediendo al inesperado bis de “Y lo que quiero es que pises sin el suelo”, ahora sin interrupciones. El rock es una expresión de libertad en su estado más puro, dijo alguna vez Pete Townshend. La Sala de las Artes fue testigo de una de las páginas más icónicas del rock en lo que va del año.

Lucas Rivero

FOTOS: Ph Cecilia Córdoba (Allpress Produccione)