El Salmón arrasó con el Anfiteatro durante dos noches repletas
Inoxidable, canónico y genuino, Andrés Calamaro se presentó en Rosario durante dos jornadas históricas. El rock and roll, la nostalgia y su despojado swing resonaron por todo el Parque Urquiza.
Sin afanes de grandilocuencia y con auténtico halo de frontman del rock, Calamaro conquistó una vez más a los miles de Rosarinos que durante casi una hora y cincuenta minutos disfrutaron de una visita emblemática. En el fragor de la vorágine electoral y de álgido trajín, el Salmón llegó para copar la ciudad con sus melodías. Al grito de “Rosario, qué!”, recibido con ovación ni bien asomó su sombra por el escenario, comenzó con una puntualidad prusiana a las 20:35. La fuerza voraz de “Output Input”, tradicional para el arranque en los shows de éste gira, sumergió a los rosarinos en el torbellino sonoro que trajo Calamaro junto a cuatro procaces músicos que estuvieron a la altura.
“Cuando no estás”, lo encontró más distendido para menguar la energía con una power ballad, dando paso a una ráfaga de hits de los 90’s y 2000’s. “A los ojos”, “Verdades afiladas”, “Me arde” y “Rehenes” se escucharon sin interrupciones. El anfiteatro posee una mística que provoca que todo espectáculo se vuelva icónico, incluso desde lo audible cuando cada nota retumba en las escalinatas al unísono de miles de gargantas. Esto se reflejó con entusiasmo al principio de “La parte de adelante”, donde un corte repentino en el sonido mostró al artista fastidiado. La molestia fue notoria pero breve, y aún así, el público no dejó de cantar. En Mash Up se unió el pegadizo swing de “Loco”, también fusionada con “Corte de huracán”.
Antes de “My Mafia”, se tomó su tiempo para recordar a su amigo Mauricio Maronna, escritor y periodista de La Capital, a quien definió desde lo más sentido como “un analista de la realidad exquisito”. Los homenajes de sucederían en lo extenso del show, tanto a Maradona con su canción homónima, ilustrada en pantalla con sus goles más célebres; como a Miguel Abuelo, ‘poeta fértil’ y piedra basal de su carrera. “Lunes por la Madrugada” marcó uno de los momentos cumbre del show, por lo movilizante y lo inusitado. Nadie se espera que Andrés Calamaro cante uno de éstos temas en sus shows.
En intimidad con su pianista y en clave Roandphonic Sessions, hicieron una melancólica y blusera versión de “Los aviones”, opacado por alaridos y exhaltadas declaraciones de cariño por parte de algunos fans en el momento más inadecuado. El clímax fue aumentando la intensidad con la poderosa “Estadio Azteca” dando paso a la veraniega “Mi Gin Tonic”. A dúo con Coki de Bernardi, definido (también por Fito) como “el secreto mejor guardado del rock and roll”, sonaron estridentes versiones de las infaltables “El Salmón” y “Alta suciedad”. Con atisbos de cumbia, Calamaro regaló una entonada versión de “Tuyo siempre” con un guiño final a “Mil horas”. Para no dejar a nadie sin complacer sonaron pocos minutos sin stop de algunas perlas inmortales como “Mi enfermedad”, “Todavía una canción de amor”, “Te quiero igual” y “Dulce condena”, brotando un soplo de rebeldía reverberante en la multitud.
El ritual salmonalíptico anunciaba su final con los más grandes hits del artista: “Sin documentos”, “Flaca” y “Paloma”, más cantada por el público que otras veces. Tras una breve ausencia del escenario y con guiños a Dylan sonó una versión de “Crímenes perfectos” fuera de lo común. En los primeros acordes de “Justo que te vas”, se proyectó la imagen de Ricardo Iorio despertando un respetuoso aplauso precediendo a “Los chicos”. Es costumbre para el Salmón despedirse recordando a sus ‘amigos que se fueron primero’. En la cama o en el suelo, en Argentina o en Madrid, los crímenes continúan siendo perfectos y la honestidad sigue siendo brutal, el Salmón sigue a contracorriente ad eternum y con su capa de torero hizo la última reverencia a Rosario culminando dos noches míticas.
Lucas Rivero
FOTOS: Ph Luis Frontini