Ghione criticó el discurso de Milei: “Decir que el Estado es el maligno, es contradecir a la Biblia”

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El pastor evangélico, diputado provincial de Santa Fe y presidente del partido UNO, Walter Ghione, criticó los dichos de Javier Milei

En el marco de la inauguración de una iglesia evangélica en la provincia del Chaco, el presidente de la Nación Argentina, Javier Milei realizó un discurso político utilizando interpretaciones de pasajes bíblicos que fueron cuestionadas por el líder político del partido Una Nueva Oportunidad, Walter Ghione.

“Muchas de las observaciones del presidente Milei sobre los peligros de la filosofía socialista tienen fundamentos ciertos, especialmente cuando se señalan aspectos que contradicen los valores judeocristianos” reconoció Ghione y coincidió en la preocupación por: “la negación de Dios, la disolución de la familia natural, el colectivismo extremo o el relativismo moral”. Sin embargo, advirtió que el presidente en su discurso incurre en “errores graves” al plantear una falsa dicotomía entre sistemas, personas y valores, “reduciendo una cuestión profundamente espiritual y social a una batalla ideológica entre extremos”, precisó.

Uno de los puntos más cuestionados por el presidente de Una Nueva Oportunidad fue la afirmación de Milei de que “el Estado, en sí mismo, representa al maligno”, según Ghione esa idea contradice no solo la historia bíblica, sino también la teología cristiana. “El Estado no es una entidad moral por sí misma: es inerte, y su carácter depende de quiénes lo gobiernan y con qué principios lo hacen”, explicó, citando Romanos 13:1, “toda autoridad proviene de Dios, aunque pueda ser mal usada cuando quienes la ejercen se alejan de Él”.

Ghione, continuó su análisis sobre el discurso brindado por el mandatario nacional: “Tampoco es acertado asociar automáticamente el capitalismo con la voluntad divina. Éste, como cualquier sistema humano, puede ser instrumento de bendición o de destrucción, según el corazón de quienes lo implementan. Cuando se aleja de los principios de Dios, y opera bajo el egoísmo, la avaricia o la explotación, también puede ser un instrumento del maligno. El problema no está en el sistema, sino en el corazón humano”. Reforzó.

“Si vamos a hablar de herencia judeocristiana, no podemos ignorar la Ley de Moisés, que regulaba no solo la fe, sino también la economía, la justicia social y el trato al pobre. Esta ley promovía el rebusco (recoger los restos de una cosecha), el jubileo, la condonación de deudas, la prohibición de intereses, y la generosidad activa. Era un modelo de justicia que no condenaba la riqueza, pero sí la acumulación egoísta y la opresión al débil”.

En cuanto a la “justicia social”,  el legislador santafesino coincide en que su aplicación ha sido ideologizada, incluso apropiada por algunos partidos políticos, pero aclara: “su origen no es marxista, sino profundamente cristiano. Nació en el siglo XIX dentro de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, con la encíclica Rerum Novarum, como respuesta a los abusos del capitalismo industrial”. Su propósito fue reconciliar la libertad con la equidad, el derecho a la propiedad y con la dignidad del trabajador.

“Por eso, reducir la justicia social a “envidia con retórica” es una simplificación peligrosa. La verdadera justicia social no se trata de robarle a unos para darle a otros, sino de crear condiciones donde la dignidad humana, el trabajo y la solidaridad sean respetados como dones de Dios”.

Según Ghione, otro punto crítico del discurso de Milei fue el uso de las Escrituras para sustentar sus posturas ideológicas. “Jesús no vino a imponer un sistema político, sino a transformar los corazones. Los valores del Sermón del Monte (mansedumbre, misericordia, justicia, pureza de corazón) no se imponen por decreto ni por gritos, sino que brotan de la convicción interna. Si no hay un corazón rendido a Dios, todo lo demás son formas vacías”, sostuvo.

Por último, con tono pastoral Ghione se refirió a la mala utilización de la Fe y realizó un llamado a la unidad: “debemos cuidar que el debate político no se convierta en un instrumento de división entre hermanos. Usar la fe como arma contra otros es traicionar el Evangelio”. Y envió un mensaje claro: “La batalla cultural no se libra con prepotencia, sino con verdad, compasión y testimonio. Como Isaac ante la envidia de los filisteos, abramos pozos de reconciliación, no trincheras ideológicas”.