Hola preciosos: El Kuelgue brilló dos noches en Rosario

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Todos los ritmos se fusionaron en el Bioceres Arena con avidez e ingenio. Celebrando la llegada de Di María a Rosario Central y con muchas sorpresas, brindaron un show fuera de lo predecible

 Ningún show de El Kuelgue se parece entre sí, por más que el setlist sea el mismo. El juego queda abierto a la improvisación y la creatividad, a las licencias poéticas y estilísticas, a lo inesperado y lo que surja. Eso solo se logra cuando hay solidez y profesionalismo, y sobre todo entrega, como la de éstos diez músicos que conquistaron al público rosarino durante dos noches totalmente repletas. El rock, el reggae, la rumba, el tango, el bossa nova y muchos otros ritmos se amalgaman y conviven en un show compacto y distendido, donde todos los que asistieron disfrutaron de manera sana en el Bioceres Arena, lugar más que adecuado para éste tipo de eventos masivos. En una gala al sinsentido empoderado y donde subyace un mensaje contundente, la banda recorrió toda su carrera poniendo énfasis en el último álbum. Un poco más austeros que otras veces, la puesta en escena acompañó el viaje, también menos psicodélico. En una explosión full color o a tonos grises, con toda la banda al frente o en la intimidad de una improvisación a guitarra y voz, El Kuelgue irrumpió con un sonido envolventepara romper los estándares sin ampulosidad.

 Pasadas las 21:30 horas, El Kuelgue se apropió del escenario para no detenerse durante una hora y cuarenta. Ya se hizo costumbre el inicio con “Peluquita”, que fue muy bien recibida y cantada con gran entusiasmo por la gente. “Sinoca” y “Chiste”, lucieron los primeros pasos de baile con un brío más rockero, que se oxigenó con “Ayer real”, de las más atesoradas por los fans de antaño. El primer pogo se desencadenó con “Hola precioso”, para luego dar lugar a uno de los momentos más iconicos del show. En una dilatada improvisación a piano y distorsionador de voz, Julián Kartún y Santiago Martínez pusieron en juego su agilidad mental en una improvisación enfocada en la llegada del campeón del mundo Ángel Di María a Rosario Central, desatando una ovación. La performance también sirvió para pronunciarse contra los discursos de odio. El momento de intimidad, sin pantallas y con un halo de luz azul se acentuó durante “Roma”. Así como ésta fue dedicada a la gata del cantante, la siguiente fue la recordada “El paraíso de los perros”.

El romance también es parte, en una cuota sutil, de modo picaresco y sin empalagar. “Carta para no llorar”,ocupó éste rol a dúo con Paloma Iturri. Continuaron con “En tanto y en cuanto”, una de las predilectas y más cantadas de su público, en contrapunto con otras más recientes como “La máquina”, “Ir derecho”, la sombría y distorsionada “Natación”, y la aclamada “Díganselo”. El cuarteto de vientos son los que sobresalen en el sonido característico  de El Kuelgue, que se destacaron en el interludio con guiño a Bob Marley en “Could You be love”, y volvieron a resaltar aún más cerca del final con “En avenidas”. Una de las más esperadas fue “Parque acuático”, que ya se sabe que será la más coreada del show desde antes de que empiece. Con respeto y fieles a su esencia recrearon “Mil horas”, de los Abuelos de la Nada, previa a la invasión de flashes violetas en “Llegué recién”. Aproximándose el final, se escucharon la infaltable “Circunvalación” y “Góndola”. Para los bises, en una extensa improvisación, todos sacaron “el mono que llevan dentro”, arengados por el cantante. En la misma sintonía, “La curva” marcó el punto culmine. El Kuelgue sigue moviendo la energía y habita el goce de la nueva generación, con música donde todo coexiste, se encuentra y fluye.


Lucas Rivero

FOTOS: @lucasfonsecaph