Koino Yokan emocionó con su show en Rosario

El dúo porteño hizo vibrar a La Sala de las Artes durante poco más de noventa minutos. Entrega, calidez y destreza musical atravesaron la noche a sala repleta

“En el camino no se pierde nada, todo nos sirve para crecer”, reza el estribillo de la canción que abrió el show, de las frases que muchos de los jóvenes de entre 20 y 30 años que acapararon cada rincón del recinto de Suipacha y Güemes se apropiaron. En ese crecimiento se encuentra el dúo. Fieles a su esencia sostuvieron en concepto que envuelve a la banda, con su música que evoca lugares de armonía aunque el caos esté intrínseco. Pasadas las nueve y cuarto, fueron recibidos con ovación. La potencia vibrante del dúo junto a sus tres músicos construyeron un show más sólido. Tomás Otero de traje marrón y pañuelo marfil al cuello entregó su voz más allá de los avatares de salud que afectaron su garganta, barajando la posibilidad de suspender el show. Jeremías Oro destelló con sus solos de guitarra, luciendo remera con el logo Say No More y sombrero al estilo Zucchero. El público rosarino fue respetuoso, cariñoso y entusiasta con sus artistas y lo manifestó sin timidez.

“En otra parte”, “Lo que va a venir” y “Lejos de todo” sonaron al comienzo y sin interrupciones. “Para vivir mejor”, melodía curativa, comenzó a marcar el pulso de lo que vendría a lo largo del show, con sesgos impredecibles. Entre odas a la transformación y la sabiduría universal como estandarte se escucharon temas como “Perfecto”, “Nada más que vos”, “El nuevo amor”, y la celebrada “Me siento en primavera”. Tomás Otero definió como “Un regalo inmenso de la vida”, presentarse en Rosario con tanta concurrencia. Invocando a su génesis, ambos músicos con la soledad del escenario y en clave acústica, fuera de los covers de aquellos inicios, compartieron un momento de intimidad y cercanía mayor con sus fans. Escapando a los planes interpretaron “Cerca de ti” y “Persiguiendo el sol”. La emotividad sobrevolaba y alcanzó su pináculo con un estreno llamado “Cambiando la mirada”, definida por el cantante como “una canción para tomar fuerza”, y también la primera que le escribió a su hijo en camino. En el umbral de la paternidad regaló una versión sentida y movilizante.

Té de jengibre de por medio para mitigar la molestia en la garganta, acompañado por el público, se escuchó una versión distendido de “Todo el día así”, con el típico ritual de las luces de celulares en auge desde principios del dosmil, pero siempre efectivo. Con la banda de regreso y elevando la energía, Koino Yokan entregó una tras otra la fusión de ritmos que se adecúan a suestilo. Desde “Aunque sea solo una” a la power ballad “La trampa”, pasando por guiños disco en “Es tan fuerte”, un acentuado reggae dulce en “Al brillo del amanecer”, y cierto aire bossa nova en “La danza de espacio tiempo”, que produce una sutil resonancia con “Superficies de placer” de Virus. Es todo un mérito coreografíar al público para que se muevan al unísono, más en vaivén de derecha a izquierda. En el show sucedió. Promediando en final, interpretaron “Lo azul de mi”, la muy esperada “Lo que hoy quieras”, y “La coincidencia”. Sin moverse del escenario, regalaron las últimas: “Me diste la espalda”, y “Cada letra que escribo”, que cumplió con la misión de descontracturar al máximo al público que bailó con mayor soltura. “Somos todos parte de lo mismo, agradéscanse a ustedes también”, manifestó Otero finalizado el último tema. Demostración de conciencia global y genuina gratitud. Vale explicar, Koino Yokan es un término japonés que alude a una conexión fuera de serie entre dos personas que apenas se conocen. Ésto se resignifica cada vez que el dúo regresa la ciudad.

Lucas Rivero