Lisandro Aristimuño en Rosario: El encanto de las sombras

El artista presentó “El Rostro de los Acantilados” en El Círculo, con un show de dos horas cuarenta y acompañado de siete músicos

Aristimuño brindó excelencia musical en estado puro durante la noche del sábado. Sin la atadura de “hits” como “Azúcar del Estero” o “Canción de amor”, cualquier repertorio seleccionado es acertado. Unas veinte canciones entran en casi tres horas, remozadas y extendidas para calar en mayor profundidad y descubrir nuevas facetas de cada tema. Con exquisitez en las introducciones y terminaciones de cada tema, sumando la meticulosidad en lo extenso del show, se lució junto a una banda dotada de una encomiable proeza musical. Acompañados por un hipnótico espectáculo de luces sin recargar el escenario con opulencias superfluas, todo el setlist fue interpretado en compañía del silencio reverencial del público rosarino que colmó todas las butacas de El Círculo, con privilegiada acústica. Tal vez un poco más sombrío que otras veces pero no por eso menos luminoso, son las paradojas que manan de los shows de Aristimuño. Así es como verlo en vivo se convierte en una experiencia, más que en un recital standard. Cerca de las 21:20 horas, comenzó a reverberar cada sonido de la misma introducción que da inicio al álbum.


“Tu mundo” fue la que marcó el inicio, mostrando el ‘rostro de los acantilados’ como la imagen viva del vacío en donde lo oscuro y lo refulgente son inherentes y se permean de manera constante. Con guiños al riff de “Fanky” de Charly, el tema culminó dando paso a “Señal 1” y “Príncipe de nada”. Una de las favoritas del músico y de Rosario es “Tres estaciones”, entonada todas las veces que visitó la ciudad, ésta vez modificada en el final destacando en el piano su melodía intermitente. Con rojo predominante en el escenario sonó “Sombra I”, del anterior álbum, y “1986” volviendo a lo actual, en un guiño a la belle epoque de la victoria Argentina en México.
Una versión reconstruida de “Para vestirte hoy” dio pie a “Los niños del amanecer”, de las más significativas del reciente disco. Fueron acotadas las veces en la que Aristimuño se detuvo a hablar con el público, pero si lo hizo con contundencia a la hora de manifestar gratitud y dedicar un párrafo aparte a situación del país, enfatizando que lo tiene “un poquito caliente y enojado”, a lo cual concluyó “Gracias a todos ustedes que bancan el arte y la cultura es que podemos estar acá”.


El brío rockero de “Una flor” siguió el curso junto a otras versiones experimentales de “En mi” y “Me hice cargo de tu luz”. Para oxigenar interpretó “No vez y tal vez”, sublime y con las luces blancas en permanente movimiento. Celebrando los 20 años de “Azules Turquesas”, su piedra basal, se escuchó la esperada “Tu nombre y el mío”, la más participada y cantada por el público. “Bailar” dejó a los músicos a oscuras para que la danza lumínica dibuje la escena, con un epílogo de improvisación electrónica. En antesala al final se escucharon “La última prosa”, “Pozo” y la movilizante “Green lover” dedicada a las Abuelas de Plaza de Mayo. Con guitarra, percusión y teclado a su alcance, el artista continuó su magia antes de los bises con “Tu corazón” y un extendido e insólito set electrónico que puso a bailar de pie a todo el teatro.  De regreso, un último y dilatado suspiro con “How long?”, “Anfibio” y la potencia motivadora y alegre de “Es todo lo que tengo y es todo lo que hay”, para culminar con ovación. El tiempo en suspensión y el fluir permanente son los axiomas del show que propuso Lisandro Aristimuño. En lugar de otorgar a su gente lo que busca de manera predecible, el plan fue ir al encuentro de lo superlativo y lo inefable.

Lucas Rivero

FOTOS: Ph Diego de Bruno (@diegodebruno)