Lisandro Aristimuño hizo volar a Rosario en El Círculo
Durante más de dos horas y veinte en un teatro repleto, el artista brilló con solidez llevando su música por lo alto. Con una banda de ocho músicos y casi veinte canciones, resignificó sus temas logrando un concierto memorable.
Aristimuño es un artista impredecible. Propone y deja un halo expectante pendulando en el ambiente. En el teatro El Círculo no fue la excepción, más bien lo contrario. La forma de sus canciones rehuyen del concepto de “hit” y se ubican en otra dimensión. Cada tema se resignifica en vivo, con exquisitos detalles, nuevos prólogos y epílogos en cada canción casi imperceptibles en el total. Nada florece nunca de la misma forma y lo mismo ocurre con el repertorio del artista cuando suena en directo.
Sin necesidad de una gran parafernalia con pantallas Led, efectos especiales ni máquinas de humo, la puesta en escena estaba preparada con diferentes capas lumínicas para un auténtico viaje que oscilaba entre lo taciturno y lo vertiginoso. El comienzo lo anunciaba. A oscuras, con el trasmutador color violeta sobre el público, la voz distorsionada de Aristimuño cantaba ‘Suelto mi mente y me dejó ir’, en “Baguala I”, para aparecer luego entre la penumbra con los primeros brotes de toda la banda al unísono con “Cosas del amor”. Bien pensado para el comienzo, apaciguado la euforia de la gente previa al inicio del show.
“Anfibio” fue celebrada en su comienzo dando paso a “Loop”, generando un trance con guiños al dream pop. “Me hice cargo de tu luz”, sonó en una versión remozada más estridente. Reveló el artista que al volver a escucharla más de diez años después sintió que le hubiese gustado agregar mas y nuevos arreglos al tema. Ahora tuvo su revancha para resignificarlo. “Lobofobia” logró convertir la desolación en belleza sin perder su manto sombrío. Luego, con la imprescindible “Azúcar del Estero”, la voz de todo el teatro reverberó al final con el melifluo y dulce estribillo. Pasando por lo visceral del desamor en “La última prosa” y la potencia rockera orquestada en “Para vestirte hoy” y “Elefantes”, ‘todo se hundió en la noche’ dando paso a que el dúo de violines se luzca aún más para “Green lover”. Con preludio recitado en la voz de la actriz Mercedes Moran y las palmas rítmicas guiadas con el público, se logró una de las versiones en vivo más movilizantes del tema.
En un “nuevo despertar compositivo”durante el periodo pandémico, según confesó Aristimuño, sonó un tema bisagra del disco ‘Criptogramas’: “Sombra I”, acompañado por el público con reverencial silencio. Cambiando la atmósfera y oscilando por diferentes pulsiones emocionales, la versión de “Tres estaciones” se logró con un sublime final extendido. Promediando el final sonaron “Tu nombre y el mío”, “Pozo” y la majestuosa versión “Es todo lo que tengo y es todo lo qué hay”, con brío enérgico y liberador. Ovación mediante, Lisandro Aristimuño volvió a escena para regalar algunos de los temas menos frecuentes, cómo “Por dónde vayan tus pies” y “Perdón”, en la que su hermana Rocío pudo destacar más su voz. El cierre fue totalmente inusitado, y por eso, asombroso. “Tu corazón” dio paso a un set electrónico ejecutado por el mismo artista haciendo de DJ, improvisando sonidos con sintetizador en conjunción con su banda. Todo el teatro bailando de pie y sacudiendo su energía como a lo largo del show, fluyendo en lo impredecible.
Lucas Rivero
FOTOS: Ph Nazarena Delmasse Lalli – @unpocoteresa