Los Caballeros de la Quema volvieron a Rosario

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 La banda presentó “Fiesta de Zombies” en Metropolitano y conmovió al público con los clásicos inoxidables que marcaron una época

 ‘La paciencia de la araña no es de chicle’, pero valió lo suficiente como para esperar el regreso de una de las bandas más icónicas de los noventa. Durante más de dos horas los músicos entregaron un concierto vibrante, sólido y con la misma rebeldía y desenfado que marca su esencia. Aventurados en la osadía de un nuevo álbum presentaron canciones actuales, reticentes al apoltronamiento de la nostalgia. Pocos se atreven a un nuevo material tras un dilatado impasse, y la banda del oeste bonaerense dejó en claro aún tiene mucho que decir. Iván Noble relució su más histriónica faceta de frontman, a la par de cada uno de los músicos. El público mostró entusiasmo desde que se apagaron las luces de Metropolitano, yendo al encuentro con su adolescente latente llevando una euforia que no teme salir al igual que las lágrimas en temas como “Otro jueves cobarde” o “Ni a la esquina”. También entre frases que luego de tantos años y vivencias atravesadas, cobran un sentido que las vuelve más palpable. No hubo nadie que no cante a gritos y desde las entrañas “Si ando muerto es de tanto resucitar”, o que no haya saltado durante el estribillo de “Oxidado”, como alguna de las postales de un show que pocas veces se repite.

 Pasadas las 21:15 horas resonó el riff de “Todos atrás y Dios de 9” con medida dosis sentimental, revertida por el power de algunas de las hits más vigorosas de la banda, como “Huelga de princesas”, “Pejerrey” y “Patri”. Ocho músicos en escena bastan para una experiencia envolvente, donde los vientos se destacaron más sobre el inicio y en varios destellos del show. En un salto sin escalas desde del ‘93 a la actualidad, tocaron  “Alma de mocasín”. Con un escenario austero de luces robóticas, teñido en contraste azul y rojo, hicieron un guiño directo al reggae con “A ver qué pasa en el barrio” repitiendo la fórmula en “Malvenido”. Siguió la inmortal y sabinera “Otro jueves conarde” y el Lado B “Me vuelvo a Morón”. Una de las más esperadas fue la insaciable “Rómulo y Remo”, donde los guitarristas Pablo Guerra y Martín Méndez impactaron con avidez en uno de sus pasajes más distorsionados. Canciones como “Malvenido” demuestran la vigencia de Los Caballeros de la Quema en letras que podrían haber sido compuestas hace días. La huella de la actualidad también pisó firme en las estrenadas “Fiesta de zombies”, con una férrea lectura de época, y “Otro día en la oficina”.

  En traje íntimo y elevando la emotividad al punto cumbre, interpretaron la desgarradora y resignada “Ni a la esquina”, con un movilizante solo de armónica de Pablo Guerra, que luego mutó la energía en la coreada melodía de “4 de copas” sumando también su voz. Iván Noble afirmó: “Después de los 50 años lo único que empieza a preocupar es el paso del tiempo”, precediendo a “Tanto vino bajo el puente”, del último álbum al igual que “Y acá me ves”. Si algo sobresale de Los Caballeros de la Quema es que suenan en vivo con una potencia superlativa a la de veinte años atrás, y quedó evidenciado en temas como “Rajá rata” y “Hasta estallar”. Aproximándose el final no podían faltar clásicos como “Fulanos de nadie” y “Sapo de otro pozo”, que desembocaron en la potente y celebrada “Carlito”. Los bises no se hicieron rogar demasiado. Sin que el público lo demande se escuchó la melancólica “Mientras haya luces en el bar”. Otro de los trazos más emocionantes de la noche estuvo en manos de “Avanti morocha”, otra de las melodías instaladas en la conciencia musical colectiva. “Oxidado” puso el punto cúlmine con el espíritu noventero de una celebración añorada. ‘Aún sobran las noches para huir’ y las “ganas borrachas de volverte a ver” fueron saciadas, tanto por el público rosarino como por Los Caballeros de la Quema, que trascendiendo décadas continúan “brindando por lo que viene y se va”.


Lucas Rivero

FOTOS: Ph Diego de Bruno