Luz Gaggi en Rosario: Voraz y en carne viva

La cantante presentó su “Altar” en el CCGüemes con un show conciso, variopinto y audaz

La singularidad y el talento de Luz Gaggi sobrepasan las barreras de la fama de coyuntura que dan muchos realities. Si bien no cualquiera llega a altas instancias en La Voz, mucho más complejo es proliferar una carrera cuando se apagan las cámaras. Y ella lo logra. Voces de esa consistencia y proyección aparecen cada cincuenta años. Más allá de la afinación, los agudos y graves mejor logrados, generar resonancias emocionales, es el reto que ella resuelve de modo genuino. Sobre el escenario se mostró salvaje, y a su vez enfocada. También movilizada por las muestras de cariño de los rosarinos que llenaron el CCGüemes. Con apenas 22 años, la artista se apoderó de la escena con autoridad reverencial y una firmeza aplanadora. A luz tenue minutos antes, con clima expectante y sin euforia se presentía que algo fuera de lo habitual iba a suceder. Tal vez lo más inusitado hoy día sea escuchar voces sin autotune en vivo, o que el público estaría en presencia de una de las mejores voces de ésta generación.

“Todas éstas bitches” fue la que dio inicio al show, tras una breve introducción de los músicos. Entre la penumbra y el humo sobrevolando, la cantante llegó desde un extremo del escenario. La pantalla de fondo ilustraba cada tema sin demasiadas distracciones, ya que los focos estaban concitadas en la presencia de la artista, que demostró poder adecuarse a todos los géneros y estilos. Jugando con ritmos urbanos actuales en “Apuro”, dio la bienvenida a “su altar”. Uno de los mementos más viscerales fue justamente cuando sonó el tema homónimo del disco donde tanto las notas como el sentimiento  llegaron uno de los puntos cumbre. Con guiños a la música española, interpretó “Sed”, su primer single, con exquisitez en los arreglos vocales al igual que los gestos y trazos escénicos como a lo largo del show. Los covers que la hicieron conocida en La Voz no faltaron ni tardaron en llegar. Cada uno de los temas fueron remozados, reconstruidos a imagen y semejanza de Luz Gaggi para lograr lo atípico. Así ocurrió con “La despedida”, hit de Daddy Yankee, o con “Falsas esperanzas” de Cristina Aguilera, también con “Se nos rompió el amor” de la inolvidable Rocío Jurado, y “El farsante” de Ozuna.

Aún así, la artista brilla con sus propias canciones como “Hasta que”, donde la banda pudo lucirse con mayor potencia, al igual que en “Pierdo el amor”, dedicada a su familia allí presente y tal vez la más sentida. El momento de mayor cercanía e intimidad se dio con el escenario en tinieblas, acompañada solo por el pianista para lograr sublimes versiones de “Billie Jean” y “La tortura”, que no tienen nada que envidiarle a ninguna artista internacional. Éste tipo de canciones son las que hacen que el instrumento de Luz Gaggi resplandezca con más fuerza. Cambiando la atmósfera, luego sonaron temas más movidos como “No lo pienses más” y otras que invitaba al perreo e interactuando con su público. “Hay una ley de la fiesta con mis amigos, y es que nunca vamos a ser tan jóvenes y tan salvajes”, anticipó la artista dando pie a “Animales”, último tema del show. “Sean libres, amen, abracen”, fueron las últimas palabras antes de despedirse. Lo bueno sí es breve es dos veces bueno. Solo una hora de show, el “Altar” de una artista que continuará resonando.

Lucas Rivero