Massacre en Rosario: El rock del futuro

Con un concierto arrollador en un contexto virulento, los músicos pusieron a delirar a Rosario en el CCGüemes durante más de una hora y media.

La música no descansa ni los domingos. Todos los que colmaron el show de Massacre estaban poseídos por la energía propia de un sábado por la noche, aunque al otro día muchos trabajen temprano. Wallas irrumpió en el escenario y se desplazó como un verdadero frontman, con una actitud que lo ubican en el órden de lo insustituible. Desde el primer acorde de “Plan B: anhelo de satisfacción”, el público reaccionó ante una suerte de descarga eléctrica, que se perpetuó hasta minutos después de finalizado el concierto. Massacre se fusiona de manera tan sólida que sin uno de los músicos, la fórmula es fallida. Todos se destacan sin buscar la prolijidad ni lo políticamente correcto, sino hacia el encuentro de lo genuino. Palos con calaveras, muñecos decapitados, máscaras, pelucas, cascos y diferentes sombreros ocupaban el escenario en cierta resonancia con los shows de Alice Cooper.

En un pogo incesante de público es indistinto en edades y generaciones, la banda se retroalimentó de esa energía que también es catárquica. En temas como “3 Walls”, acostumbrado para el comienzo, la gente cantó la primera estrofa antes que el cantante, sosteniendo el clima en “Nuevo día” y “Te arrepiento”. De short y camisa estampada con plantas de marihuana, Wallas movió su espesa cabellera rojiza al ritmo de cada tem, con la misma fuerza estridente de su garganta. “Querida Eugenia”, “Tengo captura” y “Te leo al revés” se escucharon sin interrupciones, realzadas por la guitarra de Tordo, ejecutada con concentración prusiana. Luego de “A Jerry García” llegó el momento de algún adelanto del nuevo disco que saldrá a la luz éste año, como “La cita”. “La octava maravilla”, fue una de las más cantadas al unísono mientras el cantante sostenía un bebé de plástico entre brazos. Luego de “Compulsión”, empuñando un cetro con una calavera sobre el público se produjo la  “bendición vudú” durante “Sofía, la Súper Vedette”.

“Ella va” es una de las menos frecuentes en el setlist típico de Massacre y sonó envolvente con mayor destaque del espectáculo de luces. Luego, una de las canciones más contundentes y desmitificadoras del concepto de ‘romance’, donde el público de Rosario demostró que “Tanto amor” es una de sus predilectas. El punto más voraz del show llegó con “La máquina del tiempo”, amenizando con “Divorcio” que tocó una fibra sensible en más de uno. Para el primer final, llegaron  “Vienen zombies” y “La reina de Marte”. Sin hacerse desear, la power band regresó al escenario para la infaltable “Mi mami no lo hará”, seguida del atronador mash up entre “Papel floreado” y “Violence”. Ningún sonido es demasiado avasallante para quienes siguen a Massacre, tampoco para la banda misma. Así, “Diferentes maneras” marcó un final explosivo y el pogo más detonador, evadiendo la realidad a modo de barrera con el exterior. Así se sostienen, a prueba de balas hace más de veinte años. Massacre sigue siendo ‘compra, venta y canje’. Y un poco más.

Lucas Rivero

FOTOS: @giulia.ant