Mery Granados en Rosario: ‘con las alas puestas’ y a ‘10 mil metros de felicidad’

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La cantante se presentó en Casa Brava y generó asombro con su inagotable capacidad vocal y su encanto escénico.

Por Lucas Rivero


Son pocas las artistas que hoy día pueden cantar más de una hora en vivo sin autotune. Con una vela en cada mesa y una público fiel que conocía cada tema, Mery demostró por qué es una de las mejores voces de su generación. ‘Lo bueno si es breve es dos veces bueno’, premisa que nunca falla. Es todo un desafío entretener y conquistar al público en una puesta intencionalmente despojada y concisa, en una actualidad del show business en la que impera en sobrestimulo, el bombardeo permanente y la sobreinformación. Otro de los puntos más sorprendentes de la noche es la escasa utilización de las pantallas. Más allá de algún que otro registro para  compartir en redes sociales, los fans de la artista contemplaron de forma fiel todo el show sin necesidad de un teléfono adelante.
La voz de Mery Granados alcanzó las notas vocales más elevadas sin dificultad y en fusión con un preciso y fluido manejo del escenario. Los cuatro músicos que la acompañaron se destacaron y aportaron la fuerza necesaria en un show compacto, dinámico, impecable y despojado de pretensiones.

 Genuina e inquebrantable en sus convicciones, son algunas de las definiciones se desprenden de la figura artística de Mery Granados, sin puntualizar en su talento fácilmente perceptible. Si bien el foco estuvo puesto en los temas de su último álbum, se oyeron algunas joyas de discos anteriores y varios guiños a sus influencias. Entre los covers que interpreto se encontraron deliciosas versiones de “Día de Enero” y “Corazón Partío”, de Shakira y Alejandro Sanz respectivamente, muy bien recibidas por el público que acompañó con entusiasmo los estribillos, al igual que en varios momentos de la noche. La autoridad que lleva Mery en el escenario comenzó a percibirse desde que se apagaron las luces en el icónico recinto de Pichincha. La empoderada y enérgica “No soy tuya” marcó un inicio firme y sin ambigüedades.“No preciso más” fue en la misma consonancia y se encontró con un fragmento de la babasónica “Yegua”. La artista interactuó con frescura desde los primeros temas, incluso pidió prestado un abanico para mitigar el sofoco en escena, y una generosa fan se acercó para hacerle el favor.

La madurez jamás trunca la ternura, lo dejan en claro temas como “Emoji de café” que sostuvo la dulzura junto a “Con las alas puestas”, leit motiv del primer álbum. “No me gustan los grises” llegó para oxigenar con sutileza de blues y un guiño final a Jobim con un extracto de “Garota de Ipanema”. Una de las más esperadas y emotivas fue “Mariposas”, que el público rosarino acompañó conmovido. Luego, el baterista Juan Massal puso su voz para “Todo lo que yo te amé”, sentados al borde del escenario con luz tenue. Uno de los puntos más álgidos del show fue con la llegada de Javier Robledo, de Cielo Razzo, para una estridente versión de “La formula casi perfecta”. Luego de “Bye Bye”, la cantante mostró su constado más visceral en “Harta”,  culminándola con una estrofa de “Yendo de la cama al living”, de Charly García. El final del show estuvo en manos de “Vamos a ver”, que invoca al estilo rebelde de Fabiana Cantilo; y “Nada está escrito” con todo el brío rockero. La nota final fue la más aguda, también la más movilizante. Mery Granados no tiene nada que demostrar y mucho más por cantar.