Molotov en Rosario: La explosión de 30 años
El Bioceres Arena se encendió con ‘todo el power’ en manos de la banda mexicana que marcó a la generación de los dosmiles y al rock en español.
Por Lucas Rivero
Molotov sigue teniendo el poder a tres décadas de su génesis. Prevalece el mensaje revolucionario y antimperialista en un grupo que se mantuvo firme en sus convicciones y no se dejó doblegar ni corromper. Durante una hora y cincuenta desataron la euforia de los fans que esperaron más de una década para volver a sentir la potencia de los mexicanos en vivo. La fuerza y la solidez con la que suena Molotov fue incrementando desde sus primeros pasos alcanzando su punto cumbre. Regocijándose en la polémica y escupiendo sus verdades contagiaron a los miles de rosarinos que colmaron el Bioceres y gritaron cada uno de los temas con los puños en alto o con los dedos en cuerno como en la vieja escuela. El mensaje político (no partidario) permenece vigente sosteniendo alquella afirmación que hizo el legendario músico mexicano Jorge Batiz: “Mientras existan gobiernos corruptos seguirá existiendo el rock and roll”. Desde la bronca, la catarsis, el humor cero complaciente o la mera diversión, todo el público de Molotov conectó a cada instante del show con la energía de una fuerza creciente.
Pocos minutos después de las 21, la inemrnsa pantalla al fondo desandó una serie de imágenes retrospectivas, un retrotrack envolvente hacia la era dorada de la MTV donde los videos de la banda podían emitirse a partir de la medianoche por su contenido no apto para menores, y con momentos canónicos del grupo. El furor se desató ni bien llegaron al escenario con la autoridad reverencial de quien no tiene edad para continuar en movimiento con lo que le apasiona y volverlo tangible. “Amateur” tuvo la épica para empezar, contagiando el estallido entre el público bombardeado por flashes. Y así como algunos estribillos se cantan, otros se gritan, tal como en “Chinga tu madre”. El profesionalismo, aplomo y oficio que demostró Molotov en escena dilucida por qué se perpetuaron durante tres décadas. “Pendejo”, “Changuich a la Chichona”, “Parásito” y “Lagunas mentales”, se siguieron sin stop. El baterista tomó el micrófono luciendo sus dotes bilingües en “Molotov Cocatail Party”, unida a samples de “Seven Nationm Army”.
“Here we kum”, es de los clásicos instalados en la memoria popular de Amarica Latina, por eso fue de los más esperados. Lo mismo ocurrió con “Frijolero” dedicada a todos los emigrantes. Luego, una marea de puños en alto acompañaron a las gargantas que protestaban en “Gimmie the power”, con pantallas que rezaban ‘La patria no se vende’. “El de Argentina es el público más cariñoso, más sensible”, afirmaron los mexicanos antes de “Hit me” seguida por “Marciano”, que mutó de cumbia a punk. El slam es inevitable en éste tipo de shows, y Molotov logró uno de los más intensos del año durante “Perro negro granjero”. El público se corrio hacia los extremos del Bioceres Arena despejando un importante espacio libre en el centro, para luego aunarse en un pogo incesante. Anticipando el final se escucharon “El señor del banco” y la arrolladora “Dance dense denso”.
Molotov suena en vivo de forma fidedigna a los discos, mérito que no cualquier artista puede arrogarse. Los bises vinieron acompañados de un ligero cambio de look a camperas coloridas. La ocurrente “Oleré” precedió a “Mátate Teté” que vistió al escenario de rojo sangre. La canción vox populi del show se hizo esperar hasta el final, aun así “Puto” fue la más celebrada. Patricio Elizalde, de Control Machete, fue parte de la partida y regaló una potente versión de la recordada “Comprendes, Mendes?”. Paco Ayala aportó una atinada pizca de emotividad e hizo énfasis a “todo lo que falta” en el extenso recorrido de Molotov, tan impredecible como estruendoso. El cierre estuvo a la altura de aquella percepción. “Rastaman-Dita” alcanzó el pináculo de una noche de celebración junto a cincuenta mujeres en el escenario que dejaron fluir su sensualidad junto a los músicos. “Justo que te vas” de Ricardo Iorio sonaba mientras se retiraban, habiendo entregado un show que trasciende un aniversario, donde la solidez de rock permanece incólume, aun con fisuras y sin perder la sensibilidad.




