Sabina en Rosario: excelencia, melancolía y despedida

El artista demostró la noche del miércoles por qué es un emblema y figura crucial de la canción en habla hispana. Dos horas de show, una orquesta ávida y sólida, y la poesía como estandarte

“Contra todo pronóstico”, nunca mejor dicho. Luego de seis fechas agotadas en Buenos Aires y una en Cordoba, Joaquín Sabina se despidió de Argentina en su último concierto. Resiliencia bohemia y una melancólica atmósfera a despedida sobrevolaba la noche del concierto en el Autódromo. “Un frío y un viento del carajo”, se lamentó con gracia el cantautor al comienzo, lo cual no impidió que fuera una noche inolvidable. De punta en blanco con su particular bombín y traje a rayas, Sabina se apoderó del escenario con los primeros acordes de “Cuando era más joven”. Las pantallas y la parafernalia lumínica que ilustraba la escena se encendieron a todo color para dar lugar a algunas de las interpretaciones más sentidas de la noche: la reciente “Sintiéndolo mucho” y “Lo niego todo”, que pusieron a rodar más de una lagrima.

“Mentiras piadosas” dio paso a los hits que remontaban al clima sabiniano de comienzo de los noventa, dando lugar a la actualidad con “Lágrimas de marmol”. “Hay un lugarcito rosarino en mi corazón, por qué será”, afirmó Sabina y homenajeó con sus palabras a Baglietto, Fito Páez, Fontanarrosa y Messi. “Con la frente marchita” fue cantada de forma visceral, seguida por “Llueve sobre mojado”.

El músico dio lugar a sus músicos, los cuales  se lucieron y acompañaron con  responsabilidad en cada tema y gozaron de su momento de estelaridad interpretando coplas sabinianas como “Yo quiero ser una chica Almodóvar” (en la voz de Mara Barros), “La canción más hermosa del mundo” (por Antonio García de Diego, director musical de la banda), y “El caso de la rubia platino” más cerca del final (en la voz de Jaime Anzúa).

El momento más movilizante llegó con “Tan joven y tan viejo”, donde la voz arenosa del artista se entrecortaba por la emoción. Un prolongado silencio de Sabina frente a los aplausos produjo otra de las merecidas ovaciones de pie. La prosa más romántica brotó con “A la orilla de la chimenea” seguida por “Una canción para la Magdalena”. Sumando instrumentos y elevando el ritmo, una ráfaga de clásicos se cantaron a los gritos promediando el show. La inmortal “19 días y 500 noches” y “Peces de ciudad” fueron de las más celebradas. Precedidas por el impecable y sagaz recitado de trovador, aún quedaban algunos temas del repertorio. La voz de Mara Barros introdujo con toda la potencia “Y sin embargo”, sin dudas la más cantada del show, al igual que “Princesa” que marcó el primer final. “Lo del sombrero no es solamente una cuestión de coquetería. Uso sombrero para poder sacármelo ante ustedes”. Con éstas loas hacia su público, el cantautor andaluz se retiró del escenario.

“Amores que matan nunca mueren”, gritó el público rosarino cuando sonó “Contigo”, canción de amor que se mantiene incólume a través de las generaciones y sacuden una fibra sentimental. “Noches de boda” fusionada con “Y nos dieron” demostraron ser las más esperadas así como las más destacadas de la dilatada trayectoria de Joaquín Sabina. Con platillos en mano el concierto cerró con “Pastillas para no soñar”. Notable, sobresaliente y entregándolo todo a sus 74 años. “Ojalá que volvamos a vernos”, reza un fragmento de “Y las diez”. Es el deseo de todo su público en la Rosario y afuera.

FOTOS: PH: @phluisfrontini