Serrat en Rosario: “Me alejo de los escenarios pero no pienso dejar de vivir”

Para ApuraInfo, Lucas Rivero

El catalán comenzó en la ciudad su despedida en Argentina y brilló de una manera diferente. Con más de 50 años de trayectoria el artista se entregó por casi dos horas y cuarto de concierto. El artista hizo historia en Rosario con un show de primer nivel a la altura de un espectáculo internacional

Más de diez mil personas llenaron el Autódromo de Rosario para el escuchar a uno de los máximos exponentes de la música en habla hispana. Sonaron melodías inmortales que recorrieron sentires que van desde el amor hasta el desasosiego, la esperanza, la niñez, su historia y la devoción incondicional por la música. Así, a las 20:40, sonó lo breve introducción ejecutada por sus ocho músicos de excelencia y desde el fondo del escenario, descorriendo un aterciopelado telón rojo, Serrat irrumpió en escena con su cabello al viento por la leve brisa de la noche de sábado y la ovación arrolladora que lo recibió. “Dale que dale” no estuvo mal para empezar. Breve, concisa y pujante para luego saludar a su público.

Una gira despedida no es asunto menor, por lo tanto no podía dejar de transmitir un costado intrapersonal que deje al descubierto su lado más íntimo. Sonó “Mi niñez” que fue recibida con el más respetuoso silencio. La escenografía comenzó a lucirse más con “El carrusel del Furo”, canción que habla de su abuelo. Un despliegue con una inmensa pantalla que ocupaba de un extremo a otro la parte superior del escenario, la orquesta bien distribuida con un reluciente piano de cola a la izquierda, y luces led bordeando el escenario y las tarimas de los músicos.

Entre palabras con el público rosarino que tanto cariño le manifestó, se permitió escuchar una fugaz interpretación a capella de “La mujer que yo quiero”, y entre un humor complaciente y su refinada dicción dio paso a la sombría “Romance del curro”, que interpretó sentado en una mesa al costado del escenario a modo de cafetín. Para elevar un poco el ritmo y romper con la penumbra, se escuchó la celebrada “Señora”, seguida de la entrañable “Lucía”.

Guitarra en mano Serrat continuó con “Algo personal”, muy bien animada en pantallas, y “Hoy por ti mañana por mi”, compuesta junto con su hermano andaluz Joaquín Sabina. “No hago otra cosa que pensar en ti” logró la cumbre del romanticismo, con un Interludio en el que el cantante reflexionó sobre las musas y lo que significa una canción, dando lugar luego a la halagadora presentación de sus músicos.

“Las nanas de la cebolla”, poema de Miguel Hernández con música de su amigo Alberto Cortéz, fue precedida por la desoladora historia de la que habla la canción en la que ofició de narrador. Siguió con “Para la libertad” que fue otra de las más aplaudidas de la noche. Se permitió cantar un par de canciones en catalán, su lengua materna, traducidas en la enorme pantalla de fondo. Sonaron “Cançó de Bressol”, tema que le cantaba su madre cuando niño y “Pare”, en la que reflexionó acerca del cambio climático al que definió como un “desastre” y llamó a los gobiernos a la toma de consciencia.

“De cartón piedra” se escuchó promediando el show seguida de “Tu nombre me sabe a yerba”. Para amenizar se escuchó una versión sublime de “Es caprichoso el azar”, a dúo con Ursula Amargós, dando paso a una ráfaga de éxitos infaltables cómo “Hoy puede ser un gran día”, “Mediterraneo” y la nostálgica “Aquellas pequeñas cosas”, para luego despedirse con “Cantares”. “Caminante no hay camino” cantó casi a los gritos el público rosarino para despedirlo luego con una merecida ovación de pie.

“Querido público, ha sido un placer conocerles”, fue uno de sus mensajes del cantante previo a los bises. “Muchas emociones han pasado por mi cabeza a lo largo de éste concierto”, y no es para menos al estar en la ciudad de su amigo Fontanarrosa. “Ha sido un gusto pisar una vez más Rosario y poder gozar de su afecto, un afecto del que pienso seguir gozando”, dijo el Nano con absoluta franqueza. “Esos locos bajitos” y la inoxidable “Penelope” parecían ser las últimas, pero Serrat decidió hacer dos últimos regalos a pedido de los rosarinos: “Pueblo blanco” y por último “Fiesta”. Nada más acertado que despedirse con un brío de celebración para un artista que tanto le ha dado a la música en el mundo entero.