Skay en Rosario: Aplausos en el cosmos

El mítico artista se presentó en Metropolitano junto a Los Fakires. Con el foco puesto en sus temas y algunas perlas de Patricio Rey, llevó por lo alto la mística del rock frente a miles de rosarinos.

Skay Belinson no tiene nada que demostrar, ni impostar. De pie, impertérrito y en carne viva, se mostró genuino y con un potente halo tenebroso. Una hora y cuarenta y cinco (intervalo breve mediante), bastará para sanar a sus seguidores, que cantaron a la mística ricotera con banderas al viento, invocando la utopía de volver a verlos juntos. Aún así, la crudeza de Skay se ancla en tiempo presente y es reticente al pasado. Los pocos temas de Patricio Rey suenan actuales y con sello autóctono, un Knoc Out a la nostalgia melancólica. El sonido arrollador permitió dilucidar cada instrumento. Con una puesta sin grandilocuencia y de varias de luces robóticas, el “flaco” pisó el escenario en su estado natural: con guitarra en mano y magra figura, pasadas las 22:10. Fue precedido por otro artista que transciende los conceptos: el emblemático actor, director y dramaturgo Omar Serra. El último únder y patrono del Camp, quien con desparpajo, voracidad y provocando al público al modo de Artaud, entregó un soliloquio movilizante, entre el humor y el espanto. Lo inusitado, lo fuera de serie se hizo presente para romper esquemas, doble mérito en un concierto de rock donde la multitud se manifestaba ansiosa por los temas de Skay.

Entre tinieblas, Belinson acaparó el escenario (no podria entrar de otra forma) e inició de manera disruptiva con “Tal vez mañana”. Es un artista impredecible, que busca proponer y no complacer, el setlist nunca es el mismo. “Ya lo sabes”, “Ojo testigo”, “Aves migratorias”, “Aplausos en el cosmos”, y “Corre, corre, corre!”, continuaron sin interrupciones. Skay habló poco, lo justo y necesario, manifestando gratitud y respeto frente a un público fervoroso y consciente de que están ante una leyenda. “Plumas de cóndor al viento” y “El redentor secreto”, se mantuvieron en la cúspide de la atmósfera creada, dando paso a “Todo un palo”, según el Indio Solari: “uno de los mejores solos de Skay”. Al regreso del intervalo se escucharon temas que pocas veces se oyen en vivo como “La pared rojo lacre” y “Un fugaz resplandor. “Superligico”, próximo a cumplir 40 años, con un solo de guitarra que desembocó en “El pibe de los astilelros”, hicieron gala de la impronta indeleble de Patricio Rey. Sin embargo, la canción más celebrada fue “Oda a la sin nombre”, con su riff inconfundible que marcó el pogo más intenso de la noche.  

Un leve gesto de Skay bastará para sanar y desatar euforia en los talibanes de los Redondos. A pasos del final, “Chico bomba”, “Yo soy la máquina” y “Lejos de casa”, se escucharon penetrantes. Para los bises, luego de “Lágrimas y cenizas”, varias generaciones corearon “Jijiji” en simultáneo. El solo de guitarra toca una fibra sensible en el punto más álgido del tema, que vibra en el mismo fervor de hace décadas. La reverencial figura de Belinson en escena permanecería unos temas más. “El sueño del jinete” y “Flores secas” fueron las elegidas para el final. El rock definitivamente sigue vivo e inoxidable. Skay conquistó un año más a Rosario, fiel a su esencia, en su propia ley. Un emblema que hace tiempo dejó de ser el ‘pibe de los astilelleros’, para mutar en ‘redentor secreto’ de la música nacional.

 

Lucas Rivero

FOTOS: Ph Luis Frontini (@phluisfrontini)