Skay en Rosario: el insurrecto invencible

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Skay y los Fakires detonaron el Bioceres Arena. Solidez, épica y proeza musical en manos de una leyenda que aún tiene mucho por decir

 “El corazón de Patricio Rey” lo pontifican en sus cánticos la multitud que colmó hasta el último espacio del Bioceres. Aún asi, con su impronta y en su ley desde hace más de veinte años, Skay Belinson logró trasmutar la etapa ricotera recrudeciendo su narrativa y sin perder su esencia. En los alrededores de la terminal se desarrollaba el ritual previo, con una hilera de colectivos de diferentes ciudades, varias generaciones palpitando el show en el pasto, preparando las banderas y cantando a los gritos con fervor futbolero. La confirmación de que la juventud es un estado en la mente y no un número. Desde adentro los cantos se intensificaron y mientras uno a unos se agolpaban los más cerca posible del escenario. La contemplación de un emblema y el reviente del pogo cohexisten y se necesitan, envueltos en el disfrute de lo impredecible de un show de Skay. Remeras del cantante y de Patricio Rey, intercambios de anécdotas de las aventuras más descabelladas en los shows de Belinson, el Indio o los mismos redondos. Entre la gente la emotividad sobrevuela y permanece, transcendiendo el mero evento de un concierto.

 Así como el público de éste tipo de fenómenos del rock no entiende el Sold Out, tampoco entienden de horarios, es por eso que el show comenzó alrededor de una hora más tarde, ya que a las 21 horas el grueso de la gente iba alcanzando en clímax de la previa. Nada que genere controversia, más bien por el contrario, es “parte de la religión”. Pasadas las 22 se apagaron las luces desatando una ovación. Skay se apoderó del escenario sin afanes de grandilocuencia y con el halo reverencial de una leyenda. De gafas oscuras con marco rojo, boina negra, chomba bordó vistiendo su figura espigada de hombre magro y tenebroso, con el primer acorde de “Arcano XIV” produjo el estallido Big Bang, que introdujo a su gente en sintonía con los recónditos destinos a los que los llevaría. ‘Hoy ha vuelto a la ciudad’, así lo afirmó “Genghis Khan” con enlace directo a Katmandú en “Tal vez mañana”. Los Fakires lograron un sonido envolvente y con la crudeza voraz que los define, sobre todo en temas como “Soldaditos de plomo”, “Inventario” y la aclamada “Aves migratorias”

 “Todo un palo” fue de los pocos temas de “Los Redonditos de Ricota” que se escucharon, tampoco fueron del todo necesarios ya que las creaciones de Skay tienen vuelo propio hace tiempo y son igual de aclamadas  aunque no cuenten con ese plus de nostalgia. “En la cueva de San Andrés” y “Corre, corre, corre” son de esas que pocas veces suenan en vivo y precedieron el intervalo. Sin demora prolongada, el guitarrista sorprendió con la emotiva “Ángeles caídos” y rugió al grito de ‘Despierta corazón despierta’ en “La pared rojo lacre”. Los solos de Skay impactan en cualquier momento, dinamitando el ambiente con “Chico bomba” y en la sombría y psicodélica “Presagio”, al igual que en “El fantasma del quinto piso” donde el escenario se tiñó de naranja. Pocas imágenes ilustraron algunos temas en la enorme pantalla de fondo, los shows de Belinson son austeros en puesta en escena y ambiciosos en materia sonora.

 “Jijiji”, infaltable, fue de los puntos cumbre en donde las miles de personas que colmaron el Bioceres tuvieron el privilegio de presenciar en vivo el solo de guitarra de uno de los temas más icónicos del rock en español, que provocó un pogo a su altura. Luego de “Lejos de casa”, el ‘flaco’ mostró el costado más retorcido y ávido con “Soy la máquina”, y el más sensible durante “Flores secas” palpitando el final. Dos perlas del repertorio de Patricio Rey sonaron una tras otra para los bises: “El pibe de los Astilleros” y la infalible “Nuestro amo juega al esclavo”. El clásico “Oda a la sin nombre” fue cantado a los gritos por su público, en antesala al inesperado regreso de la banda con la gloriosa “El sueño del jinete”. Skay Belinson sigue inquebrantable sobre el escenario, ‘en su brioso corcel’ como un mito vital.


Lucas Rivero

FOTOS: @lucasfonsecaph